Recoleto


Un computador de cómodas teclas o a la mano el blog de notas digital. Música, buena y diversa música sonando para toda actividad. Estar iluminado para poder escribir bien. Muy bien. Sacar de la biblioteca íntima los mejores textos y leerlos como animal, como si se desparramaran nueve o doce o cuarenta y dos horas de vuelo por delante. Café. Mucho café y luego agua, suficiente agua porque somos agua y sólo un poquito carne y hueso. Al rato exquisita y saludable comida, ojalá de la propia parcela y mejor si es hecha con amor. Cine caleto para el sopor digestivo y cambio de tópico para evitar el cansancio. Cerrar los ojos y mover los globos oculares para seguir siendo una bestia sabihonda, esto es: descanso estratégico y seguir con la Ilustración. Después velar y asomarse a la alta ventana oteando el horizonte y ver los aviones en el cielo límpido y los individuos como hormiguitas y un atardecer que se desbarata en colores que hacen cavilar. Después de la estación, viajar con o sin los ojos cerrados para hacer la recarga. Allí, en cualquier escenario, sacar la guitarra pretensiosa y la voz atolondrada después del receso. Ya llegando al final habrá que orar por gratitud y sucumbir doce horas seguidas durmiendo en la cama doble, para luego hacer el acto heroico de levantarse con la alarma y salir sólo para transpirar el miedo. En suma: amar lo recoleto, el epicúreo claustro, el verdadero paraíso.

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