Penúltima cena


De aperitivo 
glifosato en la cerveza.
En la cerveza.
No quiero morir sin haber besado.

Plato fuerte: el ceño fruncido 
y la testosterona contenida 
a un minuto de convertirse en cortisol.
Suspenso. 
Hitchcock me amaría.
Un minuto de suspenso
a punto de estallar 
debajo de nuestra mesa
para dos
o para tres 
o por qué no para cuatro.

De sobremesa 
Coca-Cola abdicando 
después de una larga hegemonía.
Después la boca seca
y las comisuras rotas 
por no tener labios
o por el bajón de Coca-Cola
después de una mala noche.

Por el último el postre.
Que la voz resuene en el pecho 
y a un lado de la resonancia
mi corazón,
procurando ser sabio
e intentando olvidar 
aquel instinto 
aprendido al ver (ay, Sigmund)
por primera vez el pecho de mi madre.

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