EL GUAYABO DEL PUNK



EL GUAYABO DEL PUNK


Soy el guayabo del punk,
la resaca que queda después de una borrachera
con trago barato.
Estoy condenado a vivir mi vida después del punk
(después “del” y no “en el”,
como si el punk fuera un Cristo)
tomando dosis diarias de ibuprofeno
para evitar el guayabo,
la resaca,
la irrealidad
que me dejó la embriaguez,
irrealidad
que me hace vivir la misma,
cotidiana
y ultraficticia
escena teatral
donde ya no quiero hacer la revolución,
donde me conformo
con llevar una vida
relativamente cómoda,
donde estoy contento.
Contento.

Me vendí al sistema como un Iscariote,
me entregué a las delicias de la Matrix.
De mi rebeldía sólo queda
el olor en los dedos
y cierta destreza atrofiada por el paso del tiempo.
Se me ha hecho tarde para casi todo
y estoy tan conforme que
ya ni lo lamento.
 Sí, soy el guayabo del punk,
ese guayabo que
promete nunca más embriagarse,
pero que en el fondo desea volver a respirar el
humo púrpura,
porque al fin y al cabo cosas como
la habilidad de andar en bicicleta
y una vida punkie
nunca se olvidan,
nunca se dejan...
por más que
la cabeza esté a punto de estallar.

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