Fin


En el fin de la estirpe humana
el delay
de una guitarra eléctrica
se repite hasta el infinito
y el pecado que siempre confieso
duerme ad libitum
como un oso gigante
o como yo los domingos.
Es un sentir,
una buena espina,
una corazonada,
es un presentimiento que voy a morir joven,
un presentimiento que
suele ser más hermoso que una mujer diciendo que sí
y empiezo a entender
que para las modernas religiones
la vaca es el nuevo cerdo
y que las ansias de entregar el corazón
no son más que un complejo sexual
y que yo no soy yo,
sino quien me piensa
o por lo menos sólo soy,
sin quererlo,
esa maldita canción melancólica que tú,
linda,
siempre quieres volver a escuchar.

Ya adulto y cerca al fin,
al fin,
no me quedan lágrimas para llorar
los errores de infancia y juventud,
errores advertidos
y que me han dejado marcado.
Irremediable,
me rehúso a dormir en esta noche
de sábado febril.
Me rehúso a seguir viviendo sin trascender.
Llévame arriba.
Ya, fin.
 Fin.

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