La dieta

Se empieza siendo Kosher.
Se empieza siendo Kosher por amor.
Después, cuando el desamor llega
y las hojas caen como pianos,
aparece el veganismo rabioso, rebelde
y hace creer que uno es un ser superior
y que se puede cantar igual a Bob Marley.
Lo mejor de ser vegano es que
uno se olvida de todo lo que implica ser Kosher,
pero pasa un tiempo y aparecen unas invitaciones,
que parecen renuncias irrevocables,
a comer langostas new yorkinas
y embutidos serranos...
al diablo con el veganismo y su agresividad.
Bajo el influjo dietario de estos alimentos
proscritos por las leyes más antiguas
se suele soñar fornicando
con la tía, con la prima y hasta con la mamá
y siempre surgirá la pregunta si no
será necesario
volver a pedir consulta con el psicoanalista.
Después se vuelve a ser Kosher.

Todo sea por amor.

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