Dentro de mi cabeza
Todo está dentro de mi cabeza. Creer que
todos se refieren a mí, asunto para nada minúsculo, está sólo dentro de mi
cabeza.
También
está dentro de mi cabeza creer que hablar paja es cuando el sujeto se masturba
y posteriormente habla desmesuradamente. Tener el benigno pensamiento que
soberbia es subestimar el gusto de los demás, se incluye.
Es normal
que sea algo extraño, en el espacio que le compete a mi cabeza, haber asistido
al matrimonio de la amiga que me gustaba. Es normal también saber que Aquiles
nunca alcanzará la tortuga y era también normal que yo a los 9 años no
preguntara a mis padres (me daba vergüenza propia y ajena) cómo se hacen los
niños porque desde los 3 ya sabía cómo era el asunto. Todo eso estuvo y estará
dentro de mi cabeza, como también esa presunción pacata de mis dogmas, aunque
en el fondo desee ser el protagonista de una historia prohibida.
Como dijo
un amigo: todo está dentro de mi cabeza. Creer que mi cara es muy expresiva
cuando sólo estoy frunciendo el ceño está ahí adentro, bien adentro de mi
cabeza. También creer que hacer ejercicio es sacar el mar que llevamos dentro,
cuando lo único que queda es lo que se siente cuando uno se da cuenta que el
amor de la vida no era tal y que andar a
la maldita sea es nocivo y que la carrera que uno estudia pasa de ser un
proceso de aprendizaje a una estado de supervivencia.
Nunca he
creído en los sacrificios. El único sacrificio que es tangible a mi súper
cabeza es el de Jesús y eso sólo le queda bien al Cristo salvador, porque el
resto de los humanos sólo parecerían unos pobres patos crucificados de tanto
sacrificarse.
Me
gustaría beber más alcohol, haraganear viendo más partidos de fútbol, follar
más, mucho más, pero existen unas normas sociales antiquísimas y se supone que
son las que nos hacen mejores personas y eso lo heredó la parte de adentro de
mi cabeza, parte que se supone es ajena a la realidad exterior, pero en el
fondo el que me piensa y yo sabemos que lo que está dentro de mi cabeza está
también afuera de ella. La realidad no existe.
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