En el infierno

En el infierno.
Estamos en el infierno.
Lo descubrí hoy en un trancón,
A la hora pico,
6:66 de la oscura tarde,
Con las burdas luces rojas de los carros
Estallando contra la retina de mi paciencia.

La ley de la gravedad,
El hecho de estar condenados a permanecer aquí abajo
Hasta nuestra putrefacción,
Subyugados Por una fuerza que aún me parece
Misteriosa…
Misteriosa aun así
Los gregarios
Crean
Que es un simple efecto de la física,
Que hay leyes que no nos dejan volar,
Que no estamos en el infierno.


El smoke acribillándome con sevicia paulatina,
Las burdas luces rojas,
La oscuridad tempranera,
El calentamiento global,
Los gregarios orgullosos de su carácter malévolo,
¿Acaso puede haber un paisaje más infernal que esto?
¿Por qué no me di cuenta antes de que fuera tarde?
Es triste, pero es verdad: estamos en el infierno.

Y es que yo ya no puedo vivir
Sin ese:
“Con tal desprecio de todo lo terreno”;
Yo ya no puedo vivir
Sin ese:
“Venimos a sufrir a este valle de lágrimas”.
Sería mejor tomar la decisión de
Ascender en un viaje eterno
Hacia un mundo mejor,
Tomar la decisión de dejar esta miseria atrás (abajo)
E ir a hablar con Dios del por qué nos condenó
A vivir (o a aprender a morir) una temporada
En el infierno.

La familia suele irse primero que uno.
También los amigos,
La(s) mujer(es),
Los amables perros,
Los independientes gatos,
Todos se van
Como el agua entre las manos,
No hay nada que se pueda hacer,
No hay nada que se pueda hacer,
Sólo se puede tomar una decisión…
Porque las cosas, los seres, el planeta
Y quién sabe si el universo mismo
En su entropía,
Condenan a esta estirpe de tiranosaurios
A la tristeza,
A la insatisfacción,
Al fuego de restauración,
Al apocalipsis,
No hay nada que se pueda hacer,
Sólo terminar esta condena

En el infierno.

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