Lo bueno de los pueblos es que aprendes a comprender ese dilema en el que te encuentras, el dilema de la clase media, ese dilema que empiezas a vislumbrar cuando en la ciudad ves con asombro las costumbres de la clase alta y que terminas de entender cuando vuelves a tu pueblo y con humildad comprendes otro dilema: el de la clase baja.
Lo bueno de los pueblos es que empiezas a vivir de verdad cuando el árbol de tu casa da una vuelta completa alrededor de la luna y a diferencia de las ciudades contaminadas, mil estrellas se pueden ver de noche y de día.
Lo bueno de los pueblos es que cuando mueras siempre reencarnarás en un gato del mismo pueblo en que moriste y recorriendo los tejados altos de la población podrás maullarle a las estrellas y a el horizonte cuanto se te venga en gana.
Lo bueno de los pueblos es que entiendes lo fundamental que son para algunos hombres las prostitutas y por eso aprendes a despreciar la fuente del mal o simplemente te vuelves un hombre paciente o insoportablemente tolerante.
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